
En la obra de Platón encontramos la síntesis de tres grandes pensadores que le precedieron:
Pitágoras, Heráclito y Parménides.
De Pitágoras recoge la idea que las matemáticas son absolutamente reales, pues no dependen de los sentidos, que siempre nos pueden inducir a engaño, y además son abstractas. Platón concederá un lugar muy importante el estudio de la geometría para desarrollar las capacidades más nobles del ser humano.
De Heráclito recoge su pensamiento para hablar del mundo que observamos, un mundo en continuo cambio. Sin embargo, Platón por el hecho de que los objetos sensibles cambian es razón suficiente como para desconfiar del mundo sensible y apostar por un mundo donde las cosas no cambian, como por ejemplo, los objetos matemáticos.
De ahí la importancia del pensamiento de Parménides que a partir de su poema inicia el discurso ontológico o del ser. De Parménides recoge el discurso acerca del ser. Un ser inmutable, que no cambia, y como en el mundo que observamos no encontramos ningún objeto que corresponda con las características señaladas por Parménides, Platón crea la teoría de las ideas. Esta teoría habla de la existencia de dos mundos: el mundo de las ideas cuyas características corresponderían por las señaladas por Parménides, y el mundo sensible, el mundo que es susceptible de ser observado. La realidad se encuentra en el mundo de las ideas, mientras que el mundo sensible es un mundo ilusorio.
Desde un punto de vista epistemológico o desde la conformación del conocimiento humano, el mundo de las ideas es accesible por medio del pensamiento, y el mundo sensible es accesible por medio de los sentidos. Si realmente queremos conocer la naturaleza de las cosas debemos de desconfiar de los sentidos y recurrir al intelecto, aquel que opera con las ideas inmutables y eternas.
Desde un punto de vista estético, la belleza reside precisamente en el mundo de las ideas. La idea de belleza está íntimamente vinculado con la idealización de su teoría. Todo aquello que se situe en el mundo de las ideas es bello, justo y verdadero. Esta idealización se plasmará en el arte y arquitectura respondiendo a valores que giran en torno al ciudadano y a normas de carácter matemático o geométrico. La finalidad es alcanzar la perfección trascendiendo el mundo físico.
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